La Nación Rosario: duelo y causa judicial a un año de la muerte de un niño de 10 años en la pileta del Jockey Club
02/01/2025
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Facundo Gorga falleció el 2 de enero de 2024 luego de que un ducto desprotegido que filtraba la pileta succionara sus piernas y le impidiera escapar; sus padres señalan a las autoridades del club como los responsables
“Era la crónica de una muerte anunciada. Le iba a tocar a alguien y fue a mi hijo”. María José Chena relata con dolor aquel día, hace exactamente un año, en que perdió a Facundo. Fue el 2 de enero de 2024 que su hijo de diez años se ahogó luego de que un ducto por el que se aspiraba el agua para el filtrado de la pileta “La Dulce” del Jockey Club de Rosario succionara sus dos piernas. Su vida, junto a la de su esposo Gabriel Gorga, se convirtió en un calvario desde entonces. Un “duelo infinito”, así lo describen, por el que aseguran que todavía no pudieron transitar correctamente.María y Gabriel están en una lucha judicial con el Jockey Club, a cuyas autoridades consideran responsables de la muerte de Facundo: el ducto, que daba a una bomba, se encontraba descubierto y a pesar de accidentes previos de otros socios del club no hubo acciones para cubrirlo con una protección. “Es muy difícil hacer el duelo cuando estamos todo el tiempo peleando”, comenta Gabriel.Ahora sus abogados pidieron la imputación de la totalidad de la mesa directiva del club, y esperan que la fiscal la acepte. Aun así, esa decisión implicaría que se inicie un juicio. En diálogo con LA NACION, los padres de Facundo recordaron lo ocurrido y reclaman justicia, mientras desde el club se niegan a dar declaraciones públicas del caso. “Esto va a ser doloroso y largo. Yo solo quiero justicia por mi hijo”, lamenta María.El día de la tragediaFue un martes al mediodía de un calor agobiante que María llevó a Facundo a “La Dulce”, la pileta ubicada en un country del club en el barrio de Fisherton. Allí su hijo se encontró con sus amigos un día después de los festejos de Año Nuevo y jugó durante varias horas, mientras algunos padres descansaban fuera de la pileta. En medio de la alegría de esa tarde de verano ocurrió la tragedia.Fue alrededor de las 17.30 que notaron que uno de los niños se encontraba en el fondo de la pileta hace mucho tiempo. “Que alguien lo ayude”, gritó María, antes de que un socio del club le dijera que quien estaba bajo el agua era su hijo.El ducto se encontraba sobre una pared de la pileta y tenía 16 centímetros de diámetro, a una profundidad de casi cuatro metros y a diez centímetros del piso. Ese agujero succionó las dos piernas de Facundo hasta la altura de las rodillas. La fuerza de la bomba no le permitió escapar y la desesperación llenó el ambiente. Una guardavidas y un grupo de socios, entre los que se encontraban padres y madres, corrieron al agua e intentaron rescatarlo.“Todos los que subían a la superficie gritaban que apagaran la bomba. Todos, desesperados. Pero no la apagaban, no sé por qué”, relata María en diálogo con LA NACION. La pericia del cuerpo de Bomberos Zapadores constató que el ducto se encontraba sin protección y que, para apagar la bomba, se debía ingresar a una sala de máquinas que era de complejo acceso. “Algunos dicen que Facundo estuvo entre ocho y diez minutos, otros dicen once, debajo del agua. Ese tiempo no lo tengo exacto. Para mí fue una eternidad”, agrega.La querella, representada por los abogados Víctor Corvalán y Evelyn Quain, aseguró que los informes técnicos revelaron que la bomba tenía una potencia de 20 caballos de fuerza. Las piletas de la dimensión de “La Dulce” suelen tener, como máximo, 5.5. “Era una potencia descomunal”, explica Gabriel. “La pileta fue habilitada con esa trampa mortal, como la llamamos nosotros en Rosario”, suma María.A pesar de los intentos, no había manera de salvar a Facundo sin apagar la bomba. María vio, una y otra vez, cómo distintas personas buscaron llegar al fondo de la pileta a tiempo y mantener la respiración los minutos necesarios para salvar al niño. Fueron varios los adultos que intentaron sacarlo, pero ninguno lo consiguió.Para María, los recuerdos son borrosos: asegura que le dieron pastillas, aunque no recuerda de qué tipo, porque no sabían cómo contenerla. “Apaguen la bomba, apáguenla”, gritaba incesantemente. No fue hasta que alguien corrió a la sala de máquinas y la apagó que un amigo de Gabriel logró sacar al niño a la superficie. La guardavidas le practicó RCP pero no pudo reanimarlo.No hubo ningún protocolo de emergencia. “Todo lo hicieron los socios en ese momento. Algunos que eran médicos nos ayudaron”, detalla María. Allí, cuenta, esperaron. Primero, a que llegara una ambulancia. Después a un helicóptero, que aseguraban iba a facilitar el traslado. Finalmente, debido a que el helicóptero no tenía los equipos necesarios para asistir al niño durante el viaje, lo llevaron en la ambulancia.Facundo ingresó al Sanatorio de Niños con muerte encefálica. “Yo estaba en una nube. No entendía bien lo qué pasaba en el sanatorio”, afirma María. Mientras ella llegaba al lugar, un amigo de la familia se encargó de llamar a Gabriel e informarle de la situación para que se trasladara a la clínica. Al encontrarse allí con su esposa, ambos esperaron una explicación de los médicos. “No sabía si era reversible o irreversible, si implicaba secuelas o no. Nada. Yo lo único que quería era que mi hijo se salvara”, señala la mujer.Al día siguiente, unas horas más tarde, los órganos de Facundo empezaron a fallar y los médicos decretaron la defunción. Aun así, María remarca que se trató de un protocolo y que Facundo ingresó, en realidad, muerto al sanatorio: “Facundo murió en la pileta ‘La Dulce’ del Jockey Club de Rosario”.El duelo infinito“Esto vive conmigo todos los días, todo el tiempo. Es imposible desconectar”, dice María y sostiene que tanto ella como Gabriel estuvieron cuatro meses en shock: “No sabíamos si era de día o de noche, si estábamos en enero, diciembre o agosto. No entendíamos. El 2 de enero yo le preparé la mochila a mi hijo para llevarlo al club y el 3 estaba preparando el velorio”.María describe a su hijo como fuerte, vital, alegre. “Lleno de sueños y proyectos de niño”, lamenta. Y Gabriel recuerda: “Nosotros hacíamos todos juntos. Teníamos que hacer las compras, las hacíamos juntos. Paseábamos al perro, desayunábamos, almorzábamos juntos. Teníamos una vida familiar muy nutrida”.Para ambos, el hecho fue trágico, abrupto, similar a una pesadilla. Y lo peor: evitable. “Fue porque faltaba una rejilla. Y porque tenían una bomba descomunal. Todas imprudencias humanas”, detalla María.Un día después de la tragedia, el Jockey Club clausuró la pileta y sacó un comunicado: “Con dolor y profunda angustia nos dirigimos a ustedes en un momento de inmensa tristeza. El terrible evento que tuvo lugar en una de las piletas del Country dejó a un niño de diez años en estado de salud crítico que devino en su posterior fallecimiento, pese al esfuerzo de los profesionales intervinientes. Esta tragedia golpea fuertemente a nuestra comunidad y deja un daño irreparable en nuestros corazones. Extendemos nuestras más sentidas condolencias a la familia del pequeño, e invitamos a todos nuestros asociados a unirse en un momento de oración por él y su familia. El club permanecerá cerrado en señal de duelo el viernes 5 de enero del corriente año”.Desde el 2 de enero hasta hoy, las autoridades del club nunca se comunicaron ni con María ni Gabriel. “Sentí que lo único que les preocupó fue desligarse de responsabilidades. Siempre hablaron de un ‘accidente’. Pero no lo fue. Si había un ducto enorme sin rejilla y mi hijo queda atrapado ahí, no es un accidente”, reclama la madre y agrega: “Uno lee que si un funcionario público dice algo que es políticamente incorrecto le piden la renuncia… acá nadie renunció. No reconocieron nada. Eso nos generó muchísimo más pesar porque además de que estamos obligados a hacer un duelo, no lo podemos hacer en paz”.La investigación judicial y los casos previosTras la muerte de Facundo, se realizaron dos abrazos simbólicos. Uno en la pileta y otro en la sede central del club, en Maipú y Córdoba. En el primero, colgaron un cartel que decía “Justicia por Facu” y lo rodearon de velas en su nombre. En el segundo, María pidió la renuncia del presidente del club, Charles Roberts. Eso luego se trasladó a una carta escrita, donde volvió a solicitarla.“Siento un estado de dolor infinito, porque creo que no te puede pasar nada peor que la muerte de un hijo. Más una muerte evitable y brutal. Porque Facundo sufrió. Eso es lo que a mí me destroza. Pensar que Facundo sufrió”, detalla.Desde febrero, María y Gabriel se constituyeron como querellantes en la causa a cargo de la fiscal de Homicidios Culposos de Rosario, Mariela Oliva. “Sobre todo cuando vimos que la respuesta del club era nula”, afirma Gabriel. Oliva pidió pericias y recabar testimonios. Un año después, hay tres imputados: la guardavidas, un encargado de mantenimiento y un operario del club. La imputación, según uno de los abogados de los padres, Víctor Corvalán, se basó en que todos continuaron trabajando en las instalaciones a pesar de conocer el riesgo del ducto desprotegido. “Es la misma línea teórica que se usó en Cromañón. Se llama teoría de la imputación objetiva: la responsabilidad se extiende más allá de la persona que está en el lugar del hecho, también a todo aquel que lo toleró”, comenta Corvalán en diálogo con este medio.A principios de diciembre, los abogados de María y Gabriel pidieron la imputación de la mesa directiva, compuesta por el presidente Charles Roberts, el vicepresidente Diego Cripovich, el secretario general Carlos María Félix Linari Micheletti, el tesorero, Luciano Walter Magri, y el vocal Jorge Sánchez Almeyra, en su condición de presidente del country. Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida por JUSTICIA POR FACU GORGA (@justiciaporfacu)
La madre de Facundo se refiere repetidas veces al fallecimiento como la “crónica de una muerte anunciada”. “En esa pileta todos, los niños y niñas, y aún los adultos, estuvimos expuestos a la muerte”, remarca María.Sus abogados, Corvalán y Quain, denuncian que hubo dos casos previos que muestran que las autoridades del club sabían del riesgo del ducto. Cinco años atrás, detallaron que un socio, que brindó testimonio en la causa, reportó a las autoridades que su brazo fue succionado por el ducto. Fue cuando se tiró en la parte profunda de la pileta que sintió una fuerza proveniente de la pared y, curioso de entender qué era, se acercó. Allí fue cuando ocurrió el incidente con su brazo y tuvo serias dificultades para sacarlo del ducto, al punto que temió por su vida. Fue tras ello que envió una carta escrita a mano a las autoridades y que, un amigo de él, consternado por lo ocurrido, le comentó la situación a Roberts al cruzarlo en el club. Allí, pusieron una rejilla de hierro, que rápidamente se oxidó y que, en algún momento entre esa fecha y la temporada 2020/2021 fue removida. Esto se verificó cuando en esa misma temporada un niño metió un toallón dentro del ducto para hacer una broma y el agujero se encontraba descubierto. Así lo verificó también un responsable de operaciones que fue entrevistado en el marco de la causa.Desde el Jockey Club de Rosario se negaron a hacer comentarios a este medio y aseguraron que el hecho se trata en el ámbito judicial.Ahora, María, Gabriel y sus abogados esperan una respuesta de la fiscal. “Acá hay una herida comunitaria muy fuerte, que es una zanja. Y lo único que puede ayudar mínimamente a ir cicatrizando es que haya justicia”, concluye María.
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